1 de enero de 2011

CUENTOS ORIENTALES: EL JINETE

Un jinete vio que un escorpión se introducía en la garganta de un hombre que dormía al borde del camino. El jinete descabalgó, despertó con el látigo al hombre dormido y le obligó a comer unos excrementos que había en el suelo. El hombre chilló de asco y de dolor.

-¿Por qué me haces esto? ¿Qué te he hecho yo?

El jinete continuaba azotándolo y obligándolo a comer los excrementos. Instantes después, el hombre vomitó el contenido del estómago con el escorpión. Comprendió lo ocurrido y le mostró todo su agradecimiento al jinete por haberle salvado la vida. Pero le preguntó:

-¿Por qué simplemente no me despertaste? ¿Por qué utilizaste el látigo?

-Había que actuar con mucha rapidez. Si sólo te hubiera despertado, te habrías paralizado de miedo o habrías escapado corriendo, y también te hubieras negado a ingerir los excrementos, que son los que te han provocado convulsiones y han evitado que el escorpión te picara.

El hombre salvado, muy agradecido, le regaló una sortija. El jinete se despidió y partió a galope. No lejos de allí, dos aldeanos habían visto desde la distancia lo que había pasado y narraron así los hechos a sus paisanos unas horas después:

-Amigos, hemos sido testigos de unos hechos lamentables y que revelan la maldad de algunos seres humanos. Un labrador dormía plácidamente al borde del camino; entonces llegó un hombre montado a caballo y, pensando que el campesino le obstaculizaba el paso, comenzó a atizarlo brutalmente con su látigo. No contento con eso, le obligó a comer excrementos y encima le robó una sortija. Pero le hemos dado su merecido. Le hemos esperado a la vuelta de un recodo, le hemos descabalgado y le hemos dado una paliza que no va a olvidar en toda su vida.